Aun así él siempre hizo gala de su humildad y naturalidad, con el trabajo duro como carta de presentación, sin la ambición de aceptar suculentas ofertas de otros clubes por encontrarse muy cómodo en Valencia. El equipo se reforzó en el mercado de invierno con incorporaciones como Leandro y Cáceres, y ya en marzo de 1997 llegó «el Burrito» Ariel Ortega.